” Toda buena comunicación, debe perseguir seducir al otro”.
La psicóloga experta en comunicación, Alejandra Vallejo-Nágera, en su libro: “Psicología de la Seducción”, se cuestiona si la capacidad para seducir es innata o por el contrario puede adquirirse a través del aprendizaje de técnicas adecuadas. La respuesta a esta pregunta es que se puede aprender a ser más seductor. En este post averiguaras cómo.
¿Qué es la seducción?
Seducir es atraer el apoyo automático de la gente. Al seducir colmamos el pensamiento del otro, prendamos su mente, hipotecamos su imaginación y logramos que nos recuerde cuando ya no estamos físicamente.
Se trata de una forma de comunicación que sigue leyes específicas, un juego psicológico orientado a fascinar en el que apenas interviene la belleza física, porque con el corazón y la cabeza imantados, el seducido suele encontrar atractivo e incluso arrebatador, el aspecto físico de los seductores.
La persona seductora, tiende a serlo casi en cualquier situación, ante hombres y mujeres de amplio espectro social.
El seductor es un prestidigitador emocional, un fascinador cuyo estilo varía de un individuo a otro en función del potencial de su carácter.
¿Qué distingue a una persona seductora o atractiva?
Las personas más atractivas y carismáticas parecen manejar códigos secretos y sutiles a cuyo hechizo resulta prácticamente imposible escapar. Se presentan armados de herramientas que hacen el contacto fácil y confiable desde el principio.
Nos otorgan sensación de agilidad y fluidez, generan optimismo o bienestar y exhiben seguridad.
El seductor/a actúa con dos poderosos imanes psicológicos.
Aparenta ser exactamente como nos gustaría ser, emana virtudes particulares que nos apetece imitar o poseer.
Le presentimos capaz de guiarnos por caminos que tememos explorar en solitario, senderos fascinantes con los que soñamos en secreto.
En definitiva los seductores, son seductores, porque poseen lo que nos falta, ostentan cualidades que nutren nuestro lado psicológico más carente.
Para colmo, estas personas tan sublimes nos bendicen con su atención, nos prestan oídos, asiente, sonríen, repiten nuestro nombre.
En el cristal de sus ojos vemos nuestro propio reflejo mejorado, algo sin duda tan atractivo como adictivo, puesto que en su presencia nuestra autoimagen se vuelve áurea y opípara.
En este punto yace su magnetismo fundamental y su infalible método para obtener el apego de los otros.
El seductor es un artista de la empatía, abastecedor de las carencias sentimentales, operador del artefacto emocional Clic para tuitear.
¿Qué fines persigue la seducción y cuáles son sus destinatarios favoritos?
Toda seducción es una forma de comunicación persuasiva.
En todas las áreas de la vida social se produce algún tipo de influencia de los unos hacia los otros. Continuamente se nos pretende persuadir, se nos invita a un modo concreto de comportamiento, a una forma precisa de pensar y decidir.
La mayoría de las veces somos conscientes de ellos y presentamos una resistencia inicial que no siempre es sólida.
Con el empleo de técnicas adecuadas nuestra opinión puede plegarse y moldearse con facilidad.
Por ello, ser el blanco de la seducción provoca una incómoda sensación de vulnerabilidad o de vértigo, y también por ello, preferimos bloquear manejos externos y el embaucamiento de un líder, una marca, un amante o un colega.
Lo curioso es que nadie es seducido si no quiere serlo.
Somos nosotros quienes nos acercamos voluntariamente al magnetismo ajeno para saborearlo, atraparlo y aprender de él.
¿La capacidad para seducir es innata? o ¿Se puede aprender a ser encantador?
Quizá te preguntes si eres una persona atractiva, si tienes posibilidades de dejar a alguien totalmente fascinado. La respuesta es afirmativa.
Todos poseemos algún rasgo, por pequeño que sea que nos hace codiciables. Lo que no significa que seamos conscientes de ello.
¿Todos los seductores presentan las mismas características?
Muchas personas, resultan involuntariamente atractivas, sin que de modo intencionado alberguen un propósito distinto al de llevarse bien con sus semejantes.
No todos los seductores ejercen un magnetismo similar, albergan intenciones idénticas, ni todas las personas sucumben al mismo tipo de seducción.
La personalidad del seductor, su temperamento, formación e inteligencia atraen a unos destinatarios y repelen a otros
El magnetismo de una persona radica en que cerca de ella nos sentimos mejor que cuándo estamos lejos.
Nos la imaginamos poseedora de algo que a nosotros nos falta, pero lo que verdaderamente nos atrapa se debe a que se muestra dispuesta a compartirlo, incluso en exclusiva.
He aquí la clave que unifica todas las tipologías del seductor, su herramienta fundamental: se las arregla para que a su lado nos sintamos importantes, únicos y originales.
En sus ojos vemos reflejada la imagen de nosotros mimos que deseamos poseer y proyectar.
La persona seductora siempre presta extraordinaria atención al otro, ensalza sus virtudes, fulmina sus complejos, regala aprobación a raudales y al hacerlo se garantiza el apego.
¿Existe algún método más infalible que otro?
Según la investigación científica existe un truco infalible en torno a la atracción interpersonal. Sus garantías de éxito alcanzan casi el 100%.
Consiste, simplemente en fichar la emoción positiva favorita del oponente.
Una vez cazada, hay que fertilizarla para hacerla crecer y brillar en una proporción jamás experimentada anteriormente por la otra persona.
No se trata de disparar una retahíla de cumplidos. Semejante atrocidad solo puede hacerse cuando deseamos que el otro escape a toda velocidad.
Para seducir de un modo infalible hay que demostrar con una o dos frases, que se ha captado y se admira el germen de su valioso potencial.
En definitiva, se trata de sacar a la luz el atributo de su potencial del que se siente secretamente orgulloso y que teme mostrar en público. El don psicológico que aletea en el fondo sin atreverse a florecer del todo.
¿Cómo descubrir la emoción encubierta?
Muchas personas ocultan sus cualidades más fascinantes tras un muro intelectual. Esto es un mecanismo de defensa destinado a la autoprotección de nuestra identidad más profunda.
No obstante, para descubrir la emoción favorita y secreta de alguien, debes poner el foco en aquello que le preocupa. Si conoces sus preocupaciones y temores sabrás que subyace detrás de ellos y que emoción le dirige.
Para algunos puede ser la capacidad de conmoverse ante la belleza, para otros la ternura, la fortaleza interna, la honorabilidad, el arrojo, el conocimiento o la bondad.
El ardid, consiste en identificar esta fortaleza y robustecer tal aptitud de un modo contundente, sin vacilación. El desafío radica, por tanto, en adivinar qué singularidad palpita tras el muro protector que todos llevamos a cuestas y que embota nuestro más vulnerable don.
Por ejemplo, una persona extraordinariamente sensible podría preservar su delicada cualidad escudándose tras una aparente indiferencia.
Dile que admiras su objetividad y la facilidad con la que se distancia de sus problemas y estarás ensalzando su disfraz. Sin duda, se sentirá satisfecho porque verá lo bien que funciona su máscara, pero no le seducirás.
En cambio, prueba a admirar las cualidades que le ennoblecen. Por ejemplo, su capacidad para promover la bondad, para potenciar la hermosura, su ternura, su lealtad, etc. A ver qué pasa!.
En definitiva, en cada fórmula de atracción, late una lesión, pequeña o grande, que está pidiendo ser curada.
Si te ha gustado este post y te gustaría que profundizase en los perfiles de seducción que existe, deja un comentario.
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